Carolina Rodríguez
Para Irma González, madre de Jossel, un joven desaparecido en 2021, la búsqueda ha llegado a su fin. Luego de viajar hasta Rancho Izaguirre, en Jalisco—uno de los sitios más mencionados por colectivos de búsqueda como centro de exterminio—, no encontró respuestas, solo silencio, desolación y amenazas.
Irma llegó hasta ese punto tras ver en televisión una mochila que creyó reconocer como la de su hijo. La esperanza de hallar alguna pista la llevó a desafiar las advertencias y viajar desde Atlixco, Puebla, a pesar del temor de su familia.
El pasado jueves 20 de marzo, después de más de 24 horas de negativas por parte de las autoridades, logró ingresar al predio junto con colectivos de madres buscadoras de Jalisco y Nayarit. Su llegada coincidió con la visita del fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, quien recorrió el sitio acompañado de medios de comunicación nacionales e internacionales.
Pero al ingresar, el rancho ya estaba limpio. No había rastros, restos humanos ni pertenencias que pudieran dar una pista sobre los desaparecidos. Solo quedaba la incertidumbre y el dolor de las familias que, como Irma, imaginaban que sus hijos pasaron ahí sus últimos días. Al ver la escena, rompió en llanto.
Jossel desapareció en Puebla. Había salido de Atlixco con la promesa de un empleo como vendedor de celulares en la Plaza de la Computación, pero nunca volvió. Su madre lo buscó incansablemente durante tres años.
Ahora, agotada física y emocionalmente, y tras recibir amenazas directas para que detuviera sus pesquisas, Irma González ha decidido dejar la búsqueda.
Mientras tanto, las autoridades aún no esclarecen qué ocurrió en Rancho Izaguirre ni qué destino tuvieron los poblanos desaparecidos que, como Jossel, un día salieron de casa y jamás regresaron.